Llegan voluntarios a El Refugio

Un grupo de voluntarios convocados por El Latino llevaron decenas de cobijas y donativos al asilo El Refugio

Por Alejandro Maciel
amaciel@ellatino.net
El Latino

La jornada empezó una semana antes. Más de un centenar de personas acudieron al llamado de El Latino y se volcaron a ayudar al asilo de ancianos El Refugio, en la vecina ciudad de Tijuana.
Desde muy temprano por la mañana del domingo pasado, empezaron a llegar los voluntarios.
La idea inicial era estar allá a las 11:00 de la mañana, pero el tiempo empezó a pasar a toda prisa.
Los autos de los voluntarios empezaron a recibir los donativos. Cobijas, sacos de arroz, de frijol, rollos de papel higiénico, chamarras, galones de aceite para cocinar y mil cosas más.
Antes de partir se hizo una junta general con los voluntarios para definir los objetivos de la visita. Lo primero era hacer un inventario de lo que tienen y lo que no tienen, en segundo lugar se establecieron varios grupos para hacer una limpia generalizada de los cuartos de los ancianos y en tercer lugar, tres voluntarias fueron seleccionadas para iniciar un expediente médico de cada unos de los ancianos.

Un trabajo enorme
La caravana se encaminó a las 11 de la mañana a El Refugio. Todos los autos cruzaron sin problema alguno la frontera y de ahí se encaminaron por la carretera internacional rumbo a Playas de Tijuana. Una vez en el libramiento, se enfrentaron al pesado tráfico de la zona. Por fin, a las 11:30 de la mañana, los autos empezaron a llegar a El Refugio.
Ahí, el pastor Jesús Mondragón recibió a los integrantes de la caravana y de inmediato se pusieron en marcha las brigadas. El primer grupo se dirigió a la enfermería para empezar la clasificación de los medicamentos y desechar los que ya estuvieran caducos. Ese mismo grupo empezó uno de los trabajos más difíciles: iniciar el expediente médico de cada uno de los habitantes de El Refugio. Como se esperaba, la recopilación de los signos vitales arrojó lo que todos temían: la mayoría de los ancianos está enfermo, algunos con problemas de presión alta, otros con diabetes, muchos con problemas respiratorios por las bajas temperaturas.
La brigada de limpieza por su lado, tenía frente a si una labor titánica. La idea era limpiar cada cuarto, cambiar las cobijas y poner las nuevas que llevábamos. La tarea consumió mucho más tiempo y recursos de lo pensado, porque cada habitación era un mundo por limpiar. El piso y las paredes pedían a gritos una buena lavada, pero lo más difícil fue cambiar las camas, con los ancianos en ellas, porque había que moverlos entre varias personas y con muchos cuidados.
Un tercer grupo se dedicó a descargar las camionetas y a levantar un inventario de todos los donativos entregados por los lectores de El Latino.